Memorias y
rutinas del
payaso bogotano
Beca de investigación en Arte Dramático IDARTES 2012
Inhalar – el universo entra y sacude
Segundos antes de salir frente al público. El corazón acelerado, la mente en blanco, negro y rojo. Una última inhalación profunda, una última acomodada de la nariz máscara, los ojos cerrados sintiendo el momento fugazmente petrificado. ¿Dónde estoy? Bueno, ¿y qué soy, payaso o clown?
“No, pues la verdad soy colombiano”, se dice a sí mismo el cómico, como respondiéndole al reflejo en el espejo,”entonces de pronto soy payaso, ¿no?”
Una vez, en un encuentro de teatro popular en Chile, un grupo de payasos bogotanos, entusiasmados de tener frente a ellos, y en una situación absolutamente informal y distensionada, a un maestro payaso argentino, le preguntaron acerca de la diferencia entre payaso y clown. Y el maestro, con suprema seguridad, resolvió esa duda.
“El clown”, dijo, “es el payaso en inglés”.
Y es que al final de cuentas eso es lo que menos importa, pues es suficiente que consideremos que entre payaso y clown existen diferencias, lo justo necesario para tener el pretexto de acercar los supuestos arquetipos y estimular sus encuentros y desencuentros. Porque pensar en términos de payaso y clown no está condicionado a unas categorías inventadas por otros, sino a lo que realmente pasa en esos circuitos por los que circulan esas representaciones.
[el investigador que escribe esta introducción se coloca unas gafas ridículamente enormes, convirtiéndose en el especialista de cejas inquietas, y antes de hablar, carraspea un par de veces]
“A pesar de que en algunas lenguas clown quiere decir, efectivamente, ‘payaso’, se puede establecer una diferenciación etimológica: payaso viene del latin paglia (paja), pagliacci (saco de paja), lo que remite al vestuario torpe y deforme[1] y al relleno que los payasos usaban en el cuerpo para amortiguar las caídas. Clown, por su parte, viene de clod, que en inglés significa rústico, tonto o débil. Icle cita a su maestro Luiz Otávio Burnier: ‘el payaso hoy en día es un tipo que intenta ser gracioso y divertir a su público por medio de sus extravagancias, mientras que el clown trata de ser sincero y honesto consigo mismo’[2].”
Una forma de verlo es la que propone la británica Caroline Dream (2012), quien opta por aplicar la idea de payaso como el arte en general, mientras clown es una nueva tendencia, expresión y generación desde el payaso. En el proceso de formación en la técnica dramatúrgica del clown hay una escogencia consciente de un camino de autenticidad y honestidad, una tendencia marcada a la construcción de un personaje desde dentro, desde el ser. Así, parece surgir una cuestión fundamental para diferenciar el clown, como técnica de actuación, y el estado clown, pues se trata de algo más que un lenguaje específico del teatro de actores, ya que implica una forma de observar y concebir el mundo, de examinarse en la propia humanidad, reconociendo también esa humanidad en los otros. Es en esas referencias compartidas socialmente que el cómico emerge – no solo a través de la risa, también del ridículo -, abarcando otros tipos de expresiones emocionales, como la conmoción o el deslumbramiento. El clown es sobre todo acción poética, o mejor, poesía en acción, a veces en micro-acción, siguiendo la sabia premisa de “menos es más”. Sin embargo, es importante resaltar que la presente investigación pretende poner a prueba la tensión entre payaso y clown, quizás reconfigurándola.
Enmarcado en el concepto de lo meta-teatral según Jesús Maestro (2004), el hacer del payaso desmitifica y desmantela la ilusión dramática que genera. Subraya de este modo la posible relación existente entre mundo y teatro, y cumple con una efectiva intención reveladora de desmitificación, de denuncia social y política en algunos casos, y de expresión, sencillamente, en otros casos, de determinadas concepciones dramáticas y poéticas. Crea un meta-drama que causa que el público “vea doble”: la ilusión dramática y al mismo tiempo la desmitificación de la misma. Esta doble visión producida es una característica del payaso dentro y fuera del escenario teatral, y del imaginario que se ha construido sobre el rol social que ejerce. Es así como se hace posible enmarcar, desde una perspectiva global, formas y dinámicas aparentemente disímiles del payaso y clown.
[el payaso especialista hace una pausa larga, se sienta, suspira, toma impulso, hace el ademán de arrancar a correr para saltar desde lo más alto del acantilado pero sigue sentado y continúa digitando en el teclado de su computador]
En el camerino se encuentran dos personajes y deciden compartir el único espejo que hay para prepararse y salir al escenario. Son un payaso y un clown. Al mirarse en el mismo espejo y confundir sus respectivos reflejos, el camerino se convierte en una Casa de los Espejos del parque de diversiones que se encuentra justo al lado de la carpa-teatro. Deciden, entre los espejos y sus reflejos hablar sobre sus diferencias, como aquel pasatiempo que resolvían cuando eran niños encontrando las diferencias entre dos imágenes. Encontrar la diferencia en cuanto la imagen física resulta ser la parte más fácil concluyen, ¿pero las diferencias entre los reflejos? Cada uno mira nuevamente al espejo y ahora encuentra diversos reflejos de sí mismos. Ambos están confundidos, pero no solo frente al otro, sino frente a sí mismos. ¿Quién soy? ¿Que soy?
El payaso mira su rostro en el espejo y encuentra gestos enormes que se agrandan y se acercan cada vez más, y recuerda que está cercano al maquillaje de los payasos norteamericanos. Los gestos siguen creciendo y se acercan amenazantes al payaso ya que el espacio donde se encuentra cada vez es más pequeño. De una carpa inmensa de circo se ve trasladado a una piñata de cumpleaños en la sala de una casa de familia. El payaso se siente intimidado y se asusta.
El clown mira su rostro y encuentra un rostro sin decorados exagerados; los decorados casi ni se distinguen. Es más, encuentra un rostro con menos gesto que el cotidiano hasta que su rostro desaparece y se asusta.
Ambos buscan la mirada del otro y encuentran una conexión. Abren su corazón y se disponen a mirar nuevamente al espejo, entendiendo que no están solos. El miedo no desaparece pero se vuelve un aliado y comienzan a fluir las emociones de ambos hacia sus respectivos reflejos. El payaso busca su propia mirada en el reflejo como si estuviera mirando a otro. El clown intenta seguir conectado a toda costa con su propia mirada a pesar de ser reflejo.
Los reflejos de ambos comienzan a reír. Los miran y ríen. No paran de reir. El payaso le grita a su reflejo con voz chillona y aguda, “¿de qué te ríes?” El reflejo responde con el mismo tono de voz fuerte que alcanzan a escuchar todos los reflejos del lugar, “¡de tí!”, y sigue riendo. El reflejo del clown no para de reir tampoco mirando su origen. El clown le pregunta con su voz natural, sin mayor alteración, “¿de quién te ríes?” El reflejo jugando con la voz natural le responde, “de de mí mí, mí mí tú tú...tu tu ru tu tu TU TU...¡DE MÍ!”
Los cuatro ríen de sí mismos, de sus propios reflejos, se burlan del otro.y del otro reflejo...miran a través del espejo, entre tantos reflejos que van siendo generados, me ven mientras escribo de este lado de la pantalla, detrás del espejo, y se ríen de mí... hasta que deciden cambiar de lugar. A pesar del cambio, siguen riendo. En esto no hay confusión: hacer reír... una intención clara, lo cómico de una manera u otra siempre aparece así sea o no la más importante.
El dulce momento de la risa se ve interrumpido por un llanto que surge de uno de los reflejos que ha estado a la distancia. Es un reflejo de ambos. ¿Cómo puede ser posible? Estaban encontrando diferencias y ahora resulta que comparten un reflejo. Ambos se acercan en silencio. Los reflejos que han estado riendo hacen la misma cara de angustia y se quedan atrás. Payaso y clown intentan conectarse con su reflejo compungido y compartido. “¡SOY EL FRACASO!”, les dice el reflejo sin ningún preaviso. El payaso reacciona acelerado e intenta por todos los medios entrar al espejo de su reflejo más seguro y que éste salga a hablar con el llorón. El clown a su vez entra al espejo donde está el reflejo sollozando, abraza al reflejo e invita al payaso a que siga y se siente, que los acompañe.
El payaso se sienta por unos segundos pero no soporta el silencio ni la nada y se pone de pie. Comienza a hacer acrobacias, globoflexia, interpreta una canción con su saxofón y le cuenta varios chistes al reflejo, todo esto con mucho amor, para que el reflejo quien ha dejado de llorar, le regale una sonrisa. Mientras tanto, el clown los observa, y después de terminada la rutina del payaso le pregunta al reflejo, “¿qué nos pasa?” El tono de la pregunta no es simplemente tierna y compasiva, tiene un toque sutil de reto y amenaza.
Este es un momento dramático dentro de la lógica del universo del payaso y al mismo tiempo un momento de profunda nostalgia para el lenguaje del clown. Se encuentran payaso, clown y reflejo compartido dentro del mismo espejo. Comienza un juego de miradas entre los tres. El clown mira al payaso para que se acerque al reflejo. El reflejo mira al clown para que lo mire a él. Y el payaso mira al reflejo haciendo una mueca para que este sonría de una vez por todas. Triangulan las miradas, se comienzan a fundir las intenciones y termina el reflejo mirando al payaso para que se acerque al clown. El clown mirando al payaso para que lo mire a él, y el reflejo mira al clown para que le regale una sonrisa.
Después de intercambiar las intenciones, y momentos en donde los tres lloran, uno ríe, todos ríen, dos lloran, dos ríen, y cuando nadie llora, el reflejo dice, “¡basta!” con la mano alzada y sin abrir la boca. Payaso y clown se detienen, escuchan al reflejo que no habla con la palabra sino con el gesto. Este les pide que hagan silencio y se enmudece el ambiente. Las miradas se vuelven más afiladas y la conexión entre los tres cambia. El reflejo es quien dirige el juego y les pide buscar algo en sus bolsillos. El payaso busca entre sus anchos y exagerados pantalones.
Saca una marioneta pájaro, unas bastas de madera oxidadas, unas cuantas cachetadas que guarda rápidamente antes de que el clown las vea, afiches enrollados y algunas prendas de vestir que ya no usa pero que guarda por si acaso, así como varios juguetes que salen de sus bolsillos entre globos, pin pones, y pitos, entre otros. En esta búsqueda se toma aproximadamente 10 minutos. El clown por su parte busca entre los bolsillos de su pantalón, que parecen ser sus pantalones del diario pero con un tono de color vivo y radiante. De sus bolsillos no sale nada. Pero en la búsqueda se toma 45 minutos. El payaso lo ha observado, ha ido al baño, ha recordado entradas que ha hecho en los diferentes escenarios con varios de sus reflejos y compañeros.
Finalmente el clown reacciona y detiene su búsqueda. Mira al payaso y ahora busca al reflejo, que ya se ha ido. “¿Por qué fue que lo encontramos?” se preguntan justo al mismo tiempo. El payaso le recuerda que estaban fracasando, sí, fracasando juntos. El clown asiente y le dice, “sigamos encontrando diferencias”. El payaso lo mira con picardía mientras sale del espejo y le dice al clown, “yo no quiero fracasar”. El clown lo mira con terror...“¿cómo así?...” Después de una corta pausa y de unos segundos de pensarlo dice, “yo tampoco.” En eso también están de acuerdo. Pero saben que si aparece, ni modo; hay que acogerlo y encajarlo. Saben que el fracaso, el miedo y otras emociones o estados “negativos” del ser humano son el mejor caldo de cultivo para crear en el escenario y conectar con el público.
Entra el empresario, director de escena, picador y esposo de la acróbata más linda del circo, todo en una sola persona. Les solicita a ambos, payaso y clown, que por favor ensayen sus rutinas para el siguiente show y rápidamente se escabulle del salón de espejos para atender el puesto de golosinas de la entrada, dejando tras de sí un abanico de reflejos que observan con curiosidad a los dos personajes que intentan definir lo que van a hacer para sorprender al director y al público. En un extremo del salón, el payaso rememora entradas individuales que ha visto y que ha hecho durante su vida artística. Mientras, en el otro extremo el clown investiga entre los libretos que tiene en su archivo creativo. Dándose la espalda el uno al otro, lentamente se desplazan hacia el centro del salón, dibujando un caleidoscopio vivo de reflejos a su alrededor.
...Tengo que hacer reir a como dé lugar...¿cómo era ese reprise que siempre funcionaba?...
...Uy yo me acuerdo que ví un número buenísimo en Youtube...¿cómo era que se encontraba?...
... O será que me arriesgo a hacer una rutina con un tema ecológico, sobre el buen trato a los animales, como la que hacíamos en el circo con un canguro boxeador?...
... Ah, podría hacer algo al estilo del Circo del Sol, a la gente ahora le encanta todo lo que parezca el Circo del Sol...
...Pero esta es una entrada triple y solo estoy yo...bueno, en el mejor de los casos está el clown...pero seríamos dos...
...No, pues yo salgo y miro a ver qué pasa...o salgo con mi personaje y algo tendrá que pasar...
...Bueno, pase lo que pase, igual el fracaso es parte del aprendizaje...
En sus pensamientos emerge la imagen de su presencia en la pista - escenario recibiendo aplausos después de una excelente interpretación de su rutina. El problema del momento: escoger lo que se va a hacer. Para el payaso, se trata de encontrar la entrada perfecta de 10 minutos para entretener al público, rellenar lo justo y encajar perfecto con el show completo; y para el clown, el objetivo es crear una obra poética con una duración de 45 a 50 minutos, divertida pero con un mensaje claro que el público entienda. Sus espaldas chocan y reaccionan exageradamente, dándose la vuelta con sorpresa. El clown se rasca la cabeza y le pregunta al payaso, “oiga, ¿qué va a hacer?” El payaso le responde, “yo soy payaso...” Después de unos segundos largos de reflexión de los dos, el payaso completa su respuesta, “y no sé que voy a hacer”. “Yo tampoco”, le dice el clown, “hagámoslo juntos.”
“Listo!”, le responde el payaso con picardía inyectada en sus ojos, dispuesto a jugarle una broma al clown apenas éste le ofrezca una oportunidad. Tienen 5 minutos para preparar la rutina. Se toman 3 minutos discutiendo sobre la improvisación, sobre el uso del maquillaje, sobre el vestuario. El clown le propone salir al escenario e improvisar a partir de las diferencias que han encontrado en la Casa de los Espejos con poco maquillaje y poco vestuario. El payaso no quiere salir a improvisar, y le propone que hagan una rutina de unos payasos rusos que él vio en un circo donde trabajó hace unos años. Al clown no le gusta copiar y al payaso no le gusta improvisar, el número a realizar debe ser tan limpio y estructurado como el vestuario y el maquillaje, siempre llamativos y elegantes. El abismo entre ellos se hace cada vez más grande, a tal punto que increíblemente comienzan a discutir en ruso -aunque ninguno de ellos lo hable o lo entienda.
- “Олег Константинович Попов родился 31 июля 1930 года в деревне Вырубово Кунцевского района Московской области сейчас деревня входит в городское поселение Одинцово Одинцовского района Московской области. Вскоре семья переехала в Москву и поселилась в районе стадиона «Динамо».”
- “¡В 1943 году Олег поступает учеником слесаря на полиграфический комбинат «Правда»!”
- “В следующем, 1944 году, занимаясь в кружке акробатики Дворца спорта «Крылья Советов», он познакомился со студентами циркового училища, побывал на их репетициях. ¡В этом же году Олег поступает в Государственное училище циркового искусства, которое оканчивает в 1950 году по специальности эксцентрик на проволоке!”
Justo cuando están a punto de irse a los golpes, entra el picador, presentador y dueño del circo. Los observa perplejo y grita en ruso, “tienen 2 minutos para salir!”, y sale hacia la pista para hacer la presentación.
[música lenta con vientos – trombón y trompeta-, platillos y un bandoneón]
Señorassss y... señoressssss!....
El clown y el payaso, frente a frente, se miran con profundidad en silencio. Sin ningún reparo, el payaso saca con gran rapidez y agilidad una cachetada que llama “cla” (al parecer derivada de la palabra “clap”) y con fuerza aterriza su mano sobre la mejilla del clown. El clown en principio no sabe cómo reaccionar, y tras una lágrima de enfado/sorpresa devuelve la cachetada, la cual el payaso no esperaba sin antes recibir una señal para agacharse, como siempre lo ha hecho frente al público. Ya mutuamente advertidos de los primeros golpes, comienza un boxeo a manos desnudas sin precedentes en el camerino... bueno, infinitos precedentes, ensayos y versiones, infinitos como los reflejos que ahora intercambian golpes sin llegar a romper los espejos.
[1] COROMINAS (1967, p. 445).
[2] Apud ICLE(2006, p.14). Traducción nuestra.